IX Festival LGTBI > En FILMIN

Para esta edición, en colaboración con la plataforma española de video bajo demanda, Filmin, el equipo del Festival ha propuesta una selección de películas con las que las personas que no puedan acercarse a Avilés podrán celebrar la diversidad a través de la pantalla.

• My own private Idaho, Gus van Sant (Estados Unidos, 1991)
• Fucking Amal, Lukas Moodysson (Suecia, 1998)
• Lost and Delirious, Lea Pool (Canadá, 2000)
• They, Anahita Ghazvinizadeh (Estados Unidos, 2017)
• Girl, Lukas Dhont (Bélgica, Países Bajos, 2017)
• Genesis, Philippe Lessage (Canadá, 2018)
• Las mil y una, Clarisa Navas (Argentina, 2020)
• Verano del 85, François Ozon (Francia, 2020)
• Dialogando con la vida, Christophe Honoré (Francia, 2022)
• Sublime, Mariano Biasin (Argentina, 2022)

“Nunca se honrará lo suficiente la memoria de Bronsky Beat, el trío de pop electrónico que ayudó a despejar de prejuicios las mentes de quienes vivieron su adolescencia en los 80. En aquellos años era impensable en las aulas de Enseñanza Secundaria hablar de armarios o de derechos para la comunidad LGTB, por mucho que se asistiese a un instituto de corte más progresista de lo habitual. Y a la vez, en emisoras de radio masivas como los 40 Principales las canciones de Bronsky Beat narraban y revindicaban todo lo que se silenciaba en las aulas. Se emitía además en la televisión y de manera insistente el videoclip de Smalltown Boy, un kitchen sink drama puramente británico en el que Jimmy Sommerville, cantante e ideólogo del grupo, interpretaba a una joven víctima de la homofobia y la intolerancia por parte de la gente de su entorno”, asegura Fran Gayo, programador del Festival de Cine LGTBI del Centro Niemeyer.

“Hasta que ese joven decide un día que es suficiente, hasta que un día se planta y dice Basta. Seguramente no serán pocas las coincidencias entre las imágenes de aquel clip (dirigido por Bernard ‘Candyman’ Rose) y las películas que incluimos en este pequeño ciclo, una mirada sobre la adolescencia o la primera juventud como espacio opresivo (que en entornos cerrados, ya sean provincianos, de clase o barriales puede llegar a ser asfixiante), aunque también la adolescencia como espacio que a veces puede detonar en una apuesta decidida por la libertad, un espacio en el que definirse, en el que no bajar la mirada y en el que siempre decir Basta”, explica Fran Gayo.